Nuevamente, tu mente, vente, conmigo, a escondernos, sí, de tu mamá, de esa que te llevaba a rastras, de tus otras mujeres, sí, de esas que cuentas hacían fiestas en luna nueva, de esas que sin decir nada desaparecieron.
Nuevamente, tu abrazo, me funde, me come con miel y limón, me lleva al techo y me voltea de cabeza, me hace morir de risa, y cuando mis restos quedan entre tus brazos, me caigo de nalgas, y comienzo a hacer berrinche. Tú sabes que es puro juego, que juego a ser mala, juego a ser triste, juego a ser desubicada, me encanta esa palabra, saca de onda, y todo el mundo te tira de a loca, y tú vas por la vida feliz porque nadie te persigue, te dieron por pérdida, en LOCATEL ya no te buscan, y andas en tu casa desnuda, ahora hasta con pelo de peluca, para que se vea más la locura.
Dejaste un trabajo más, dejaste a un hombre más, y brincas en la cama de felicidad, porque amas salir corriendo, porque amas lo que se acaba, porque amas la sensaciones de nuevo, de otra vez, de a ver qué pasa, y comes rancheritos y coca cola aunque los ecologistas se enojen, y sacas la panza para sentirte más grande, y ya cuando andas dando vueltas te lo encuentras de nuevo, y te metes entre sus canas, y en su cama.
Sólo falto que saltaras en paracaídas, dentro de la selva lacandona, y te vistieras de manta y te dejaras crecer la barba y el pelo de las piernas. Pero casi, uno nunca sabe, y este sabor a libertad, a camino vacío, a viento soplando en las hojas del invierno, te emborracha y las carcajadas se oyen hasta el centro y se mezclan con las campanadas de la catedral.
Cuéntales como es que te fuiste al desierto y te convertiste un ratito en cactus, y viste que el espíritu del viento te acompañaba y te reías y te excitabas tanto que hasta el güero, tu maestro, se dio cuenta, y tú como siempre tratabas de controlar lo que había dentro, hasta te metiste a la tina por unas horas, pero sabes que no funcionó tanto porque hasta en el camión venías pensando como te le ibas a aventar, sin que su esposa se diera cuenta.
Pero pusiste cara de compungida y niña de rancho, sí una nueva faceta tuya, de provinciana, de esas que se ríen muy quedito pero se andan tocando todo el tiempo porque andan como fogatas a media noche.
Y luego pasaron unos hombrecitos por tu cama, y tú brincabas de nuevo en la cama, pero sobre ellos: parecía porque de plano ni te hacían cosquillas, hasta que agarraste un camión a la playa, y ahí sí te saciaste porque lo encontraste, encontraste a ese que nadie mira con atención porque no parece nadie interesante, y caminaste con él y ahora si pudiste sacar tus alas, pudiste quitarte la máscara, pudiste darte por encontrada, ahora sí quisiste marcar en el mapa el acontecimiento, encontraste un hombre que te llega a la altura, y casualmente descubriste que era una mujer, ¡Quéeee!!!! dice la gente, ¡cómo que una mujer?, pero ¡¿Como es posible tal cosa..? Sí una hermosa mujer metida dentro de un hermoso hombre, la combinación perfecta!!!, felices se mezclaron sus fachadas, sus alientos, sus desmanes, sus tontas ideas, y reías tanto que casi te quedas estampada en la pared de ese cuarto como mural para convertirte eternamente en recordatorio de la verdadera felicidad, (en realidad quisieras ser una estatua griega ya lo sé, pero eso lo decimos en otro momento) estamos entonces en la felicidad, sí, ¡yupi!, esa que no se piensa, que no se extraña porque se queda circulando por las venas un buen rato, suficiente para regresar de un salto a las montañas y seguir jugando con los niños y mandando al carajo a las mujeres amargadas, frígidas, envidiosas que miran tu cara con su cara de muppet, y tú por adentro de ríes más y más y más.. hasta que sueñas que haces el amor con tu padre que murió hace 10 años y te asustas, ¿pero, es que estaré ya tan malita de mi cabeza?, pero luego tu terapeuta te dice, “No, es la imagen masculina con la que te estás reencontrando”. “Ah, bueno”, dices tú tranquilizada porque no recuerdas que a tus 12 años le quisieras brincar a ese viejo que ya no respiraba bien.
Te pones en cuclillas sobre la ventana, y miras las nubes azules, y tus ojos de gato se vuelven color miel, y te conviertes en colibrí un rato, y vuelas sobre los tejados y cuando encuentras uno bueno te conviertes en gato de nuevo, entras por la ventana, una ventana de madera y ves a un hombre de cabello marrón y lentes tocando la guitarra, y te le quedas mirando un largo rato, porque es hermoso el sonido que sale de ese instrumento, y el sol se mete detrás de ti, y el cielo se convierte en un naranja con morado que se refleja en las paredes azules de la habitación.
El no sé da cuenta de que estás ahí, de que lo miras, piensa que está solo, y se siente triste porque siente que nadie lo entiende, y tú sabes lo que piensa, y lo que siente, y la música de su guitarra cada vez es más profunda, no le falta nada, es como la misma luz del sol, y te dan ganas de besarlo, de quedarte con él para siempre, para mirarlo sin necesidad de comer o dormir: un gato disecado.
Saltas de nuevo, te vas de nuevo, porque los gatos son libres, los gatos siempre se van a rondar por el barrio, saltan de noche por los tejados y hacen cantos rituales a la luna y no son de nadie, no son de él, ni quieres que ellos sean de ti porque serían una carga para tu andar, así que mientras las notas de esa guitarra te acompañan por ese barandal, maúllas de melancolía porque sabes que es así, regresas a tu cama, y cuando te metes a las sábanas tienes olor a noche, olor a sueño, te acaricias como si fueras tu propia madre, maúllas por última vez, antes de quedarte dormida.
El ronroneo de tu cuerpo, levanta a los espíritus de tu casa, comienzan a cenar en la mesa y hablan de tí, y tú sabes que esas velas que prendes cada noche los llaman a tu encuentro, y sueñas que conversas con ellos, y conversas con ellos, sabes que llevan ahí muchos más años de los que tú has vivido en este mundo, sabes que se burlan pero también que ayullentan a los que no te convienen, y la cama se sigue moviendo cada vez más duro, la llama de las velas comienzan a ondear como si una tormenta estuviera llenando tu cuarto de agua, pero sabes que son tus lágrimas las que lo llenan todo, que es tu ansiedad que mueve esas paredes, y rezas para que alguien te salve, pero nadie te salva, tratas de mirar y sólo ves sombras que caminan, que entran por la puerta y salen por el techo, y una niña camina arrastrando su muñeca, sabes que perdió a su madre, como tú la perdiste a ella, y vas al baño y ahora sí te dices, “me estoy volviendo loca, no sé estar sola, ¿a quién le habló?, ¿pero ya es muy noche?, ¿qué van a pensar de mí? Regresas corriendo a tu cuarto porque sientes que el demonio te persigue, sí, como cuando corrías al cuarto de tus papás y decías, ¡mamá, mamá, me persigue el demonio!, pero luego te explicaron que el demonio es el placer engendrado en arquetipo, y sabes que cuando se te aparece es porque andas con el sexo caliente, y quieres chupar la sangre de otro hombre en el camino.
Tiemblas como la víctima que alguna vez has sido, sabes que cuando salga el sol de nuevo, y todo sea claridad, saldrás desnuda al sol y tu cuerpo se llenará de luz y más placer, porque tu cuerpo desnudo en el pasto hace que el mundo sea más bello, como un desnudo eterno, como la carta de la estrella del tarot, que no cambia más que de marco, pues el cuerpo es el mismo, eso te gusta ser, lo sabes, y cuando toquen a la puerta de nuevo, guardarás silencio y no abrirás para que el mundo no se entere de que tú eres tu propio mundo y las nubes, los carabelas que ayudan al vuelo continuo de tu alma.
Nuevamente, tu abrazo, me funde, me come con miel y limón, me lleva al techo y me voltea de cabeza, me hace morir de risa, y cuando mis restos quedan entre tus brazos, me caigo de nalgas, y comienzo a hacer berrinche. Tú sabes que es puro juego, que juego a ser mala, juego a ser triste, juego a ser desubicada, me encanta esa palabra, saca de onda, y todo el mundo te tira de a loca, y tú vas por la vida feliz porque nadie te persigue, te dieron por pérdida, en LOCATEL ya no te buscan, y andas en tu casa desnuda, ahora hasta con pelo de peluca, para que se vea más la locura.
Dejaste un trabajo más, dejaste a un hombre más, y brincas en la cama de felicidad, porque amas salir corriendo, porque amas lo que se acaba, porque amas la sensaciones de nuevo, de otra vez, de a ver qué pasa, y comes rancheritos y coca cola aunque los ecologistas se enojen, y sacas la panza para sentirte más grande, y ya cuando andas dando vueltas te lo encuentras de nuevo, y te metes entre sus canas, y en su cama.
Sólo falto que saltaras en paracaídas, dentro de la selva lacandona, y te vistieras de manta y te dejaras crecer la barba y el pelo de las piernas. Pero casi, uno nunca sabe, y este sabor a libertad, a camino vacío, a viento soplando en las hojas del invierno, te emborracha y las carcajadas se oyen hasta el centro y se mezclan con las campanadas de la catedral.
Cuéntales como es que te fuiste al desierto y te convertiste un ratito en cactus, y viste que el espíritu del viento te acompañaba y te reías y te excitabas tanto que hasta el güero, tu maestro, se dio cuenta, y tú como siempre tratabas de controlar lo que había dentro, hasta te metiste a la tina por unas horas, pero sabes que no funcionó tanto porque hasta en el camión venías pensando como te le ibas a aventar, sin que su esposa se diera cuenta.
Pero pusiste cara de compungida y niña de rancho, sí una nueva faceta tuya, de provinciana, de esas que se ríen muy quedito pero se andan tocando todo el tiempo porque andan como fogatas a media noche.
Y luego pasaron unos hombrecitos por tu cama, y tú brincabas de nuevo en la cama, pero sobre ellos: parecía porque de plano ni te hacían cosquillas, hasta que agarraste un camión a la playa, y ahí sí te saciaste porque lo encontraste, encontraste a ese que nadie mira con atención porque no parece nadie interesante, y caminaste con él y ahora si pudiste sacar tus alas, pudiste quitarte la máscara, pudiste darte por encontrada, ahora sí quisiste marcar en el mapa el acontecimiento, encontraste un hombre que te llega a la altura, y casualmente descubriste que era una mujer, ¡Quéeee!!!! dice la gente, ¡cómo que una mujer?, pero ¡¿Como es posible tal cosa..? Sí una hermosa mujer metida dentro de un hermoso hombre, la combinación perfecta!!!, felices se mezclaron sus fachadas, sus alientos, sus desmanes, sus tontas ideas, y reías tanto que casi te quedas estampada en la pared de ese cuarto como mural para convertirte eternamente en recordatorio de la verdadera felicidad, (en realidad quisieras ser una estatua griega ya lo sé, pero eso lo decimos en otro momento) estamos entonces en la felicidad, sí, ¡yupi!, esa que no se piensa, que no se extraña porque se queda circulando por las venas un buen rato, suficiente para regresar de un salto a las montañas y seguir jugando con los niños y mandando al carajo a las mujeres amargadas, frígidas, envidiosas que miran tu cara con su cara de muppet, y tú por adentro de ríes más y más y más.. hasta que sueñas que haces el amor con tu padre que murió hace 10 años y te asustas, ¿pero, es que estaré ya tan malita de mi cabeza?, pero luego tu terapeuta te dice, “No, es la imagen masculina con la que te estás reencontrando”. “Ah, bueno”, dices tú tranquilizada porque no recuerdas que a tus 12 años le quisieras brincar a ese viejo que ya no respiraba bien.
Te pones en cuclillas sobre la ventana, y miras las nubes azules, y tus ojos de gato se vuelven color miel, y te conviertes en colibrí un rato, y vuelas sobre los tejados y cuando encuentras uno bueno te conviertes en gato de nuevo, entras por la ventana, una ventana de madera y ves a un hombre de cabello marrón y lentes tocando la guitarra, y te le quedas mirando un largo rato, porque es hermoso el sonido que sale de ese instrumento, y el sol se mete detrás de ti, y el cielo se convierte en un naranja con morado que se refleja en las paredes azules de la habitación.
El no sé da cuenta de que estás ahí, de que lo miras, piensa que está solo, y se siente triste porque siente que nadie lo entiende, y tú sabes lo que piensa, y lo que siente, y la música de su guitarra cada vez es más profunda, no le falta nada, es como la misma luz del sol, y te dan ganas de besarlo, de quedarte con él para siempre, para mirarlo sin necesidad de comer o dormir: un gato disecado.
Saltas de nuevo, te vas de nuevo, porque los gatos son libres, los gatos siempre se van a rondar por el barrio, saltan de noche por los tejados y hacen cantos rituales a la luna y no son de nadie, no son de él, ni quieres que ellos sean de ti porque serían una carga para tu andar, así que mientras las notas de esa guitarra te acompañan por ese barandal, maúllas de melancolía porque sabes que es así, regresas a tu cama, y cuando te metes a las sábanas tienes olor a noche, olor a sueño, te acaricias como si fueras tu propia madre, maúllas por última vez, antes de quedarte dormida.
El ronroneo de tu cuerpo, levanta a los espíritus de tu casa, comienzan a cenar en la mesa y hablan de tí, y tú sabes que esas velas que prendes cada noche los llaman a tu encuentro, y sueñas que conversas con ellos, y conversas con ellos, sabes que llevan ahí muchos más años de los que tú has vivido en este mundo, sabes que se burlan pero también que ayullentan a los que no te convienen, y la cama se sigue moviendo cada vez más duro, la llama de las velas comienzan a ondear como si una tormenta estuviera llenando tu cuarto de agua, pero sabes que son tus lágrimas las que lo llenan todo, que es tu ansiedad que mueve esas paredes, y rezas para que alguien te salve, pero nadie te salva, tratas de mirar y sólo ves sombras que caminan, que entran por la puerta y salen por el techo, y una niña camina arrastrando su muñeca, sabes que perdió a su madre, como tú la perdiste a ella, y vas al baño y ahora sí te dices, “me estoy volviendo loca, no sé estar sola, ¿a quién le habló?, ¿pero ya es muy noche?, ¿qué van a pensar de mí? Regresas corriendo a tu cuarto porque sientes que el demonio te persigue, sí, como cuando corrías al cuarto de tus papás y decías, ¡mamá, mamá, me persigue el demonio!, pero luego te explicaron que el demonio es el placer engendrado en arquetipo, y sabes que cuando se te aparece es porque andas con el sexo caliente, y quieres chupar la sangre de otro hombre en el camino.
Tiemblas como la víctima que alguna vez has sido, sabes que cuando salga el sol de nuevo, y todo sea claridad, saldrás desnuda al sol y tu cuerpo se llenará de luz y más placer, porque tu cuerpo desnudo en el pasto hace que el mundo sea más bello, como un desnudo eterno, como la carta de la estrella del tarot, que no cambia más que de marco, pues el cuerpo es el mismo, eso te gusta ser, lo sabes, y cuando toquen a la puerta de nuevo, guardarás silencio y no abrirás para que el mundo no se entere de que tú eres tu propio mundo y las nubes, los carabelas que ayudan al vuelo continuo de tu alma.
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