martes, 7 de diciembre de 2010

Carlos Jurado. O la constancia de la Luz.

I

La luz en el hombre afirma su evolución y viaja por sus secretos más complejos. La luz sabe de las gramáticas que desean interpretarla. La luz tiene el lenguaje del misterio, el dialecto del aroma, la variante del erotismo. La luz es un símbolo diminuto en las ecuaciones terrestres. La luz es complicado sistema de neurona, músculo y deseo. La luz es polirrítmica, polifónica, y sensual. La luz es lo que quiere ser, a veces materia, cuando está de mal humor, onda transforma su estancia entre nosotros. La luz nace, siempre, hacia lo que llamamos con facilidad, infinito, y no tenemos idea alguna de ese concepto que pertenece al idioma más iluminado de la luz, en este orden estelar llamado cosmos. La luz con sus humores históricos forma colores, así nos permite ver apenas una millonésima parte de su cuerpo eternamente joven e inquieto. Luz somos en los primeros cuadros que el cosmos pintó para deleitarse en los andamios del espacio. La luz es el terror, la furia, la gracia, la energía, el eterno movimiento que produjo descubrirse asimisma cuando a la razón asistió, por primera ocasión, el perfume de la desgracia entre los humanos. La luz es lo que quiere ser, cuando está de buenas es grácil nota encabalgada en sonidos precisos donde nace la música para acompañar el tedio, las batallas o el amor. La luz tiene sexo y apellido. La luz es hembra que no necesita macho. La luz es la Madre dadora del todo: no nos parió, no nos contuvo en algún vientre estelar: es tan libre de sí misma que nos formó por que sí, dándonos el pensamiento, el arrebato en la pasión, las cualidades del arte. El arte es el trabajo de la luz en la geometría que nos forma. La luz siembra en sus recorridos por donde pasó, por donde pasa, por donde está pasando, la magia de sus volúmenes, la volubilidad de sus visiones, la idea de sí misma para reaparecer en el talento del artista donde desprende sus iluminadas ilusiones, y hacerle creer que sueña el sueño de la luz. La luz nos dio su magia para ser. La luz puso en su composición de materia y onda la estructura de la duda para que el hombre tratara de hacerse a imagen y semejanza de la luz.